sábado, 24 de marzo de 2007

Morning Glory

Algunos días viene mi abuela a la mañana temprano a prepararme mate mientras me baño, me visto y me preparo para salir corriendo a la oficina. (Sí, es un amor la abuela.) Viene, como decía, a veces, cuando combinamos previamente, o cuando yo la llamo en cuanto suena mi despertador. (Las ventajas de vivir a dos cuadras y de que la abuela se despierte bien temprano.) Otras veces voy yo a desayunar a su casa, pero últimamente, y como en general siempre se me hace tarde y paso sólo diez minutos, y mientras el clima está bueno, viene ella, y de paso, poda las plantas que hay que podar, cambia algunas de lugar o de maceta y riega, saca la basura, se queja del gato y otras cuestiones así de hogareñas.
El viernes, ayer, la llamé a las siete y veinte, todavía desde la cama. Cuando llegó, yo ya me había duchado, le abro la puerta y la veo, no sé, como más viejita. (Tiene 92, y es muy muy coqueta.) La saludo y, como casi siempre, entra riéndose.
-Me olvidé los dientes.
-Ah, era eso -le digo-, parecés una vieja.
Se ríe más y me cuenta que lo notó una vez que ya estaba en la calle, y le dio fiaca volver a buscarlos.
-Total para el mate no los necesito, así que hoy no traje medialunas.

1 comentario:

Bela Oviedo dijo...

Hola! me encantan estas historias...me da gusto leerte y esta en particular hizo que no pare de reir!

voy a seguir leyendo
besos.